Yo ya conocía este coche cuando fuimos al concesionario. De hecho, recuerdo que cuando lo vi por primera vez iba con un amigo mío y le comenté que parecía que le hubieran dejado el lápiz a unos adolescentes hinchados de Red Bull. En el Salón del Automóvil lo estuve curioseando, entre la claustrofóbica (ahora no me lo parece tanto) parte trasera y los materiales del salpicadero. Ese interior me enamoró. Al cabo de un tiempo fui a comprar un par de estufas para mi casa y los de Toyota tenían montada una parada para probar los híbridos. A mi madre siempre le ha gustado el RAV 4, pero las últimas generaciones están en un tamaño demasiado grande para nuestras necesidades. Así que probamos el C-HR. Ella lo vio demasiado complicado. De hecho, lo había visto antes en el súper, me preguntó por el modelo y cuando lo miró con la tablet me preguntó si el de la foto estaba abollado o si ya venía así de fábrica. Desde entonces lo odiaba.
Cuando fue el momento de cambiar de coche la decisión final fue el plazo de entrega. Es un coche que van a terminar utilizando siempre mis padres y ellos circulan mucho por ciudad, así que quieren un tamaño compacto, pero sin llegar a ser pequeño para poder cargar la nevera y las sillas e ir a la playa. De hecho, igual se animan a volver a viajar en coche ahora con el C-HR. Le cogieron miedo una vez que el Golf dio por saco en medio de una autovía de Francia y les hizo volver antes. Con este uso, yo me inclinaba por el C-HR antes que por el T-Roc, además de por materiales interiores y esquema de la suspensión trasera. Sin embargo, mi madre veía con mejores ojos el Volkswagen de modo que casi era el que iba a misa. Sin embargo, al preguntar por los plazos de entrega, eran 15 días del Toyota contra 1 año del Volkswagen por quererlo con el 1.5 TSI y cambio DSG.