Un coche es una de las mayores compras que vas a hacer en tu vida, y es una situación que se repite en ciclos más o menos largos de tiempo. Eso y la carga emocional asociada a ellos y la cantidad de dinero en publicidad que se gastan los fabricantes, hace que aún se inflen más las expectativas.
Si además es un coche nuevo, muy deseado, que no tiene stock y que tienes que esperar laaaargos meses hasta que por fin lo adquieres, para que te digo más.
Si además, es un coche con tan bonitas formas, con una tecnología novedosa (bueno, no tanto para los que ya veníamos iniciados anteriormente y que pronosticamos su prevalencia) como la que tiene el nuestro, el precioso C-HR, bueno, es que no te quedan uñas y estás nervioso a que llegue el día.
En mi caso, fue el primer C-HR del concesionario, lo celebraron de una forma especial, le pusieron un lazo y nos invitaron a bombones y a champan, no es broma. Eran órdenes de la propia Toyota, dado que mi coche pertenecía a la serie inicial, con la que querían inaugurar la categoría.
Como mantenía el otro coche, y sólo tenía una plaza de garaje, había planeado recoger el día siguiente, viernes, el C-HR para de esa forma llevar los dos coches al pueblo y volvernos en éste.
¿Que creéis que pasó? Como no podía ser de otra forma, ese jueves me fui montado a casa con el C-HR, y pude conseguir que ambos coches durmiesen esa noche en el garaje. Y el día siguiente nos fuimos al pueblo.