Si tiene un defecto, es como la droga, no podrás bajarte de él…
El volante, bajo tus manos, vibra con una energía que sientes recorrer todo tu cuerpo, una extensión de tus propias venas. No es solo una herramienta para dirigir, sino un lazo físico como una extensión de ti mismo. Conducirlo lo sientes como danzar, como marcar el ritmo de una bella melodía que solo tu puedes oír.
Cada viaje, por corto que sea, se convierte en una peregrinación, un ritual de deleite. No hay destino, solo el placer del movimiento, la sensación de ser uno con la máquina, en cada movimiento, en cada giro…
Perdona, son los síntomas del “mono”, mi mujer me tiene prohibido cogerlo más de una hora a la semana.
Bienvenido.