Pfever19
Forero Experto
He pasado el fin de año en La Rioja, una tierra preciosa por cierto. La zona de Viguera, por donde entré, es espectacular.
Bien, pues desde Logroño decidimos visitar la ruta de los dinosaurios, más al sur.
Google Maps me indicaba tres rutas diferentes una de ellas la más corta en kms, pero no en tiempo me llamó la atención por ser un trayecto, digamos…, de montaña y muchas curvas. Tenía ganas de saber el comportamiento de la nave por una zona así. No me esperaba lo que encontré.
Permitidme la licencia de contaros el trayecto (real) en clave de fantasía y humor:
Cuenta la leyenda que unos intrépidos viajeros y su fiel montura, el noble CHR —una nave SUV que, si bien no era un corcel de acero forjado para la batalla, sí prometía comodidades modernas—, se embarcaron en una aventura que los llevaría al mismísimo corazón de lo inesperado. Su destino: la mítica Ruta de los Dinosaurios, en las entrañas de La Rioja. Su enemigo: la traicionera LR-261, también conocida entre los lugareños como "La Carretera del Desespero".
Todo comenzó con una promesa de paisajes gloriosos y rutas serpenteantes. Google Maps, ese oráculo de los tiempos modernos, les presentó tres caminos. El elegido, el más corto en kilómetros pero no en sufrimiento, prometía emociones fuertes: curvas imposibles, un asfalto que apenas era un recuerdo y la promesa de probar la valía de la nave en terreno montañoso. ¡Oh, cómo relinchó de emoción el CHR ante la perspectiva! Pero nuestro héroe, ingenuo todavía, no sabía lo que le aguardaba.
Al principio, todo fue esplendor. Las montañas se alzaban majestuosas, saludando a los viajeros con su precioso paisaje y aire puro. La carretera serpenteaba con elegancia, como si quisiera acunar a los valientes. Pero, poco a poco, el piso del terreno se fue tornando en algo ominoso.
El asfalto, antaño compañero fiel, comenzó a desvanecerse como un sueño olvidado. En su lugar aparecieron grietas, piedras y una calzada tan estrecha que daba la impresión de que dos cabras con prisa tendrían que negociar su paso. Fue allí, al llegar a las minas de plomo, donde Google Maps mostró su verdadera cara: un embaucador sin alma. Con mirada indiferente, el oráculo digital señaló lo que parecía ser un barranco y ordenó: "Gire a la derecha".
Nuestro héroe, mirando con incredulidad hacia lo que claramente no era un camino, gritó al cielo: "¿¡Qué brujería es esta!?". Pero el CHR, como un caballero leal, respondió con serenidad: "Tranquilo, mi señor. Confíe en mi navegador interno". Y así, el navegador de la nave retomó las riendas de la misión.
El avance se hizo más arduo al llegar a la Ermita de San Sol, un lugar místico donde el terreno parecía haber sido moldeado por dragones rabiosos en lugar de manos humanas. La carretera era ya un lejano recuerdo, y en su lugar, un camino de tierra plagado de baches y sombras misteriosas se extendía ante ellos. La nieve, aunque escasa, cubría los rincones sombríos como si quisiera recordarles que incluso la naturaleza podía ser una aliada caprichosa.
Fue aquí donde el viajero recordó, con una mezcla de nostalgia y horror, su travesía en los años 80 por Sierra Nevada, cuando montaba un Defender, un auténtico tanque todoterreno. ¡Qué diferencia con este SUV de ciudad, valiente pero sin rueda de repuesto! "¿Por qué no traje un caballo? ¿O un helicóptero?", pensó. Pero ya no había marcha atrás. Solo quedaba avanzar.
Cuando las esperanzas comenzaban a flaquear, apareció un destello de civilización: la subestación eólica de Munilla. Sus imponentes molinos se alzaban como gigantes amigables, girando lentamente al ritmo del viento. Aquí, el firme mejoró un poco, y los viajeros pudieron sentir cómo el CHR suspiraba de alivio. Los últimos kilómetros, aunque aún complicados, fueron una suerte de epílogo más amable.
Finalmente, tras horas que parecieron días, los héroes y su montura llegaron al final de la ruta. Allí, bajo el sol radiante de La Rioja, contemplaron las huellas fósiles de los dinosaurios y comprendieron algo importante: no era solo una ruta lo que habían conquistado, sino también sus propios límites.
Simplemente quería expresar de una forma diferente, que nuestro Toyota CHR es un coche poco apropiado para ciertas rutas, sin embargo se comportó mucho mejor de lo que esperaba de un SUV moderno por un terreno a todas luces inapropiado para lo que está creado. Por supuesto los más avezados en estos tipos de terreno y con monturas más apropiadas, este trayecto sería un simple paseo de transición. De hecho solo un vehículo vimos en más de tres horas de trayecto (entre unas cosas y otras) un Nissan Patrol que contaba con unos cuantos años, que pasó por aquel terreno como si nuestro CHR fuera en asfalto.
Espero que os haya gustado.
Bien, pues desde Logroño decidimos visitar la ruta de los dinosaurios, más al sur.
Google Maps me indicaba tres rutas diferentes una de ellas la más corta en kms, pero no en tiempo me llamó la atención por ser un trayecto, digamos…, de montaña y muchas curvas. Tenía ganas de saber el comportamiento de la nave por una zona así. No me esperaba lo que encontré.
Permitidme la licencia de contaros el trayecto (real) en clave de fantasía y humor:
Cuenta la leyenda que unos intrépidos viajeros y su fiel montura, el noble CHR —una nave SUV que, si bien no era un corcel de acero forjado para la batalla, sí prometía comodidades modernas—, se embarcaron en una aventura que los llevaría al mismísimo corazón de lo inesperado. Su destino: la mítica Ruta de los Dinosaurios, en las entrañas de La Rioja. Su enemigo: la traicionera LR-261, también conocida entre los lugareños como "La Carretera del Desespero".
Todo comenzó con una promesa de paisajes gloriosos y rutas serpenteantes. Google Maps, ese oráculo de los tiempos modernos, les presentó tres caminos. El elegido, el más corto en kilómetros pero no en sufrimiento, prometía emociones fuertes: curvas imposibles, un asfalto que apenas era un recuerdo y la promesa de probar la valía de la nave en terreno montañoso. ¡Oh, cómo relinchó de emoción el CHR ante la perspectiva! Pero nuestro héroe, ingenuo todavía, no sabía lo que le aguardaba.
Al principio, todo fue esplendor. Las montañas se alzaban majestuosas, saludando a los viajeros con su precioso paisaje y aire puro. La carretera serpenteaba con elegancia, como si quisiera acunar a los valientes. Pero, poco a poco, el piso del terreno se fue tornando en algo ominoso.
El asfalto, antaño compañero fiel, comenzó a desvanecerse como un sueño olvidado. En su lugar aparecieron grietas, piedras y una calzada tan estrecha que daba la impresión de que dos cabras con prisa tendrían que negociar su paso. Fue allí, al llegar a las minas de plomo, donde Google Maps mostró su verdadera cara: un embaucador sin alma. Con mirada indiferente, el oráculo digital señaló lo que parecía ser un barranco y ordenó: "Gire a la derecha".
Nuestro héroe, mirando con incredulidad hacia lo que claramente no era un camino, gritó al cielo: "¿¡Qué brujería es esta!?". Pero el CHR, como un caballero leal, respondió con serenidad: "Tranquilo, mi señor. Confíe en mi navegador interno". Y así, el navegador de la nave retomó las riendas de la misión.
El avance se hizo más arduo al llegar a la Ermita de San Sol, un lugar místico donde el terreno parecía haber sido moldeado por dragones rabiosos en lugar de manos humanas. La carretera era ya un lejano recuerdo, y en su lugar, un camino de tierra plagado de baches y sombras misteriosas se extendía ante ellos. La nieve, aunque escasa, cubría los rincones sombríos como si quisiera recordarles que incluso la naturaleza podía ser una aliada caprichosa.
Fue aquí donde el viajero recordó, con una mezcla de nostalgia y horror, su travesía en los años 80 por Sierra Nevada, cuando montaba un Defender, un auténtico tanque todoterreno. ¡Qué diferencia con este SUV de ciudad, valiente pero sin rueda de repuesto! "¿Por qué no traje un caballo? ¿O un helicóptero?", pensó. Pero ya no había marcha atrás. Solo quedaba avanzar.
Cuando las esperanzas comenzaban a flaquear, apareció un destello de civilización: la subestación eólica de Munilla. Sus imponentes molinos se alzaban como gigantes amigables, girando lentamente al ritmo del viento. Aquí, el firme mejoró un poco, y los viajeros pudieron sentir cómo el CHR suspiraba de alivio. Los últimos kilómetros, aunque aún complicados, fueron una suerte de epílogo más amable.
Finalmente, tras horas que parecieron días, los héroes y su montura llegaron al final de la ruta. Allí, bajo el sol radiante de La Rioja, contemplaron las huellas fósiles de los dinosaurios y comprendieron algo importante: no era solo una ruta lo que habían conquistado, sino también sus propios límites.
Simplemente quería expresar de una forma diferente, que nuestro Toyota CHR es un coche poco apropiado para ciertas rutas, sin embargo se comportó mucho mejor de lo que esperaba de un SUV moderno por un terreno a todas luces inapropiado para lo que está creado. Por supuesto los más avezados en estos tipos de terreno y con monturas más apropiadas, este trayecto sería un simple paseo de transición. De hecho solo un vehículo vimos en más de tres horas de trayecto (entre unas cosas y otras) un Nissan Patrol que contaba con unos cuantos años, que pasó por aquel terreno como si nuestro CHR fuera en asfalto.
Espero que os haya gustado.
